domingo, 21 de marzo de 2010


ECUADOR-ULTIMA PARTE

El camino desde Montañita (la costa del Pacífico) hacia Quito (los Andes) es maravilloso. Una fuerte subida hacia las sierras donde la vegetación es impresionante, la exuberancia vegetal, hojas enormes, con la altura la vista se extiende, vemos montañas enormes que tendremos que subir a pura curva, cubiertas con más tonos de verde de los que podemos abarcar con los sentidos y la memoria.


A 200 km de Quito pasamos la noche en una estación de servicio, donde casi no pegamos un ojo entre el calor y los mosquitos que se habían colado en la Caracola. A la mañana siguiente seguimos el camino, cansados pero poniéndonos de mejor humor porque el camino seguía siendo hermoso. La ruta nos hizo entrar en una ciudad, mirábamos risueños el tremendo lío que nos rodeaba, risueños porque pensábamos seguir de largo por los caminos agrestes … pero de pronto el volante de la caracola quedó bailando y sólo nos dio tiempo de estacionar en una ochava… en medio del tremendo lío. Justo una esquina donde doblaban todos los colectivos, y todos querían insultarnos porque les obligábamos a hacer una tremenda maniobra, pero ahí quedamos … 7 horas. Al segundo teníamos unas 6 cabezas que se asomaban por las ventanas para ver qué pasaba y para dar ideas para resolver la situación. Todos con buena voluntad. Beto estuvo yendo y viniendo con mecánicos y torneros. Lolo y yo quedamos en la Caracola. Nuestro día se dividió en 3 partes: un tremendo calor en el que Lolo sudaba como en un baño turco, en medio se pegó con el volante en la frente y empezó a sangrar a mares (en seguida tenía una cabeza que se asomaba por la ventana y daba buenos consejos), y un diluvio que se colaba por las ventanas y nos mojó unas cuantas cosas.


Con muy buena voluntad se resolvió el temita del volante (se había aflojado una rosca y también se habían comido los dientes) y cuando vamos a arrancar la bocina no paraba de sonar, así que Beto, en medio del diluvio, se tiró debajo de la Caracola para desconectarla. Salimos huyendo de esa ciudad, Lolo herido pero ya de buen humor, Beto y yo con la cabeza que se nos partía. Se nos hizo de noche y el camino era puro pozo, barro, un horror. Manejamos un par de horas y nos zambullimos en el primer hotel que encontramos en Santo Domingo de Los Colorados, carísimo pero no nos daban las fuerzas para seguir buscando nada.

Al día siguiente pudimos ver que tuvimos mucha suerte en que se nos rompiera justo ahí el volante, en una ciudad y no en medio de la nada, y mejor no pensar en situaciones en que podría haber sido bien riesgoso.

Al siguiente día fuimos a ver si podíamos conocer a Los Colorados que le dan nombre al lugar, nos metimos por los caminos que nos indicaban y veíamos carteles de curanderos vegetalistas naturalistas, con retratos de indígenas, bien curioso, pero no nos dio para parar en ningún lado y seguimos camino a Quito.

El camino cambió y se puso también maravilloso, altura, altura, altura, habremos pasado por unas diez cascadas, se vino el frío y de repente en una parada notamos que las musculosas, ojotas y bermudas, que eran nuestro uniforme los últimos meses, estaban desubicadísimas con la fresca que hacía. Rápidamente nos pusimos a revolver La Caracola para encontrar medias, zapatillas, ropa de lana, y pantalones largos.


Llegamos a Quito atardeciendo, maravillados y sorprendidos con los volcanes nevados que la rodean. Nos encontramos con la gente del club VW de allá, el Catso Club (Catso significa escarabajo en quechua) y nos guiaron hasta el hotel de Alberto, miembro del Catso, que por suerte queda en el Centro Histórico de Quito.

No esperábamos tanta belleza, el centro está muy bien mantenido, son 360 manzanas coloniales, las iglesias son muy interesantes y el paisaje que rodea todo es bellísimo. La pena es que veníamos del baile de los días anteriores, también sentíamos la altura, el Lolo se empezó a resfriar… y sentíamos un agotamiento muy grande. También se nos esfumó mucha plata en estos pocos días y eso también nos tiró pa abajo. La cuestión es que disfrutamos la bella Quito, nos quedamos con ganas de más, pero debíamos partir porque se nos hacía muy cara la ciudad.


Gracias a Alberto, Buda, Diego y el grupo del Catso que organizaron un paseo con rico asado para agasajarnos. Mención especial para el “dígalo con mímica” que fue la estrella de la tarde.

Partimos hacia el norte, pasamos por la famosa Otavalo, nos sorprendimos con las vestimentas, ellas de faldas largas negras, camisas blancas bordadas en colores y collares de muchas vueltas y pañuelos en la cabeza, ellos con pelo largo, sombrero y traje negro. Se ve que el pueblo ha tenido demasiado turismo porque tiene un comercio al lado del otro y el 90% de las artesanías son industriales. No nos convenció y seguimos camino a La Esperanza, lugar que nos habían recomendado Purahoja y Alicia.


Encontramos un pueblo hermoso, nos parecía una mezcla de pueblo de la Quebrada de Humahuaca, con sus casas de adobe, pero con un paisaje del sur argentino, picos nevados y pinos, una cosa maravillosa. Preguntamos por hospedaje, caía la tarde y hacía frío, y nos mandaron a “Casa Aída”, llegamos, anochecía y nos cobraban muy cara la habitación, así que dormimos ahí pero dentro de la Caracola, con cierto sabor amargo porque también nos cobraban caro (8 dólares por pasar la noche ahí), en un garage inclinado. A la mañana siguiente estábamos por partir, ya para entrar a Colombia no del mejor humor, y apareció la señora Aída que le da nombre al lugar, muy hospitalaria ella, en tren de conversar, le contamos que veníamos haciendo carteles y en seguida nos encomendó uno. Nuestro humor cambió rápidamente, nos quedamos 2 días más en los que Aída nos hizo sentir muy bien, nos llenó la panza de su riquísima comida casera y le dejamos un enorme cartel. Solita ha levantado un hospedaje muy cálido que visitan gringos de todo el mundo porque figura en todas las guías del tipo Lonely Planet como el de los mejores desayunos de Ecuador. Sus panqueques con mermelada de zarzamora son inolvidables y su disposición a que todos se vayan contentos de su casa también.

Adiós a Aída y otra vez un maravilloso camino hacia Colombia. Montañas y montañas sembradas, altura y frío … Adios a los panas!...y entramos a Colombia!

viernes, 5 de marzo de 2010

Ecuador. Parte 2

Acá estamos. Escribiendo esta parte del relato desde La Esperanza, un pueblito andino a dos horas de la frontera con Colombia, mientras Mercedes filetea un cartel para Aida, la dueña del hermoso lugar en el que estamos parando, y Lolo arranca su sueño nocturno.
Hace mas o menos una semana que salimos de Montañita y parece que hubiera sido hace meses.
Los últimos 15 o 20 dias en Montañita fueron moviditos. Hicimos un par de pruebas mas con las artesanías pero no había caso, no se vendían. Lo bueno es que esos dias parchando conocimos a una pareja de colombianos y a la madre de él, que venian viajando desde Argentina y volviendo a su tierra. Tres copadísimas personas con las que pasamos muy lindos momentos. Seguramente volveremos a ver a Caro, Felipe y su madre en Colombia. También tuvimos un encuentro increíble con Juan, un compañero de fileteado de Buenos Aires que volvía desde su tierra a la capital argentina viajando por tierra.
Desde que nos prometimos partir el primer dia que no tuviéramos trabajo, no pararon de salirnos carteles para pintar. Empezamos por los esperados carteles para la casa de comidas de Zoe y Marlon. Dos hermosos carteles fileteados bien a lo porteño, que hicimos con mucho amor hacia esta gente amiga que tan bien nos recibió y que tanto nos ayudó a difundir nuestro trabajo. Quedaron tan lindos que Zoe saltaba de alegría y bailaba cuando los vió terminados, mientras Marlon los miraba perplejo de admiración.


Zoe y Mer festejando con sándia.

Enseguida nos salieron los carteles de Kimberley y su pastelería. Kim es una Newyorquina maravillosa, descendiente de ecuatorianos, y que apuesta todo a instalarse en la zona de Montañita junto a su marido. Nos hicimos grandes amigos. Otra enamorada de Lorenzo que nos pedía un cartel atrás de otro y que nos brindó todo.


Kimbreley y su pastelería. "SoLuna".

También pintamos la pared del único Spa de Montañita y dos carteles mas para sendos restaurantes. El de Gustavo, un cordobés que hace 10 años está en el lugar, y otro para Paulina y su local de Sushi-Thai.


Mercedes pintando la pared del Spa.

En medio de todo este trabajo se vino el carnaval y Montañita y Olón se inundaron de Guayaquileños con ganas de farra. Como en carnaval los hoteles cobran 10 veces mas que en época de poca gente, tuvimos que volver a dormir en La Caracola estacionada en la playa. El problema es que en carnaval todo esta al tope, hasta las playas. Encima existe la costumbre de invadir la arena desde las 6 de la mañana. O sea que ni bien salia el sol, ya las playas estaban llenas de turistas.
Tuvimos que buscar una opción para trabajar tranquilos y justo reaparecieron en nuestras vidas Guille, Silvia y su hijito Jeremías. Los habíamos conocido unas semanas antes por asuntos de bebes y ahora que los volvíamos a ver, nos invitaban a la casa que alquilaban para que podamos trabajar tranquilos y para que durmamos en La Caracola dentro del terreno, lejos de los ruidos del borracho y descontrolado carnaval.
El carnaval por esos pagos es un tema aparte. La invasión de gente es realmente increíble y no es muy agradable. Montañita estaba al tope, no solo de personas, sino también de basura. Las borracheras eran demasiadas y sus consecuencias las esperables. Los que tenían negocios se quejaban de todo esto y de que los visitantes solo gastaban en alcohol, o sea, una situación dantesca.
Como todo pasa, pasó el carnaval y todo volvió a la loca normalidad de Montañita y la tranquila normalidad de Olón. Volvimos a dormir a la playa mientras terminábamos trabajos en lo Guille y Silvia, al tiempo que Lolo se hacia reamigo del Jeremías.


Lolo y Jeremías a puro juego.

Un párrafo aparte para Federica, una amiga italiana de los chicos que llegó desde su pais a conocer estos pagos y que se hizo muy amiga nuestra. Una mina muy piola y querible que tuvimos la suerte de conocer. Como Kimberley quedo sola con su negocio, ya que su marido tuvo que viajar, se nos ocurrió presentarlas ya que creíamos que se llevarían muy bien, y cuando nos fuimos estaban trabajando juntas como amigas de toda la vida. Dos capas.


La Fede de paseo en Caracola.

No nos queremos olvidar de Goyo y Araceli, los dueños del hotel donde nos hospedamos en Olón. No solo nos trataron de primera y nos ofrecieron su amistad sino que tambien, y lo que es la vida, Goyo tenía una carpintería, y nos facilitó todas las maderas que necesitábamos para los trabajos con las medidas exactas y pulidas sin cobrarnos un centavo. Gente que si Discepolo hubiera conocido, jamás hubiera escrito Gira.
Entre cartel y cartel La Caracola le hacia los fletes a Marlon hasta Libertad, una ciudad a 80 kms. de Montañita, donde se conseguían las mercaderías que no había en la zona y a mucho mejor precio las que si habían, ganando nosotros algún dólar mas, aunque los viajes eran agotadores por el calor y la espera interminable en los mercados y shopings.
Cada tanto teníamos nuestras alegres tertulias en lo de Rafa junto a Jeremías, el cordobés que trabajaba en lo de Zoe y Marlon, y mas gente que se acercaba a tomar unas cervezas, charlar y escuchar música, mientras los mosquitos hacían su trabajo. Noches inolvidables.
Otra hermosa tertulia, y de las mas hermosas, fue el cumpleaños de Nehuén, el hijo de una pareja de artesanos amiga que nos invitaron a la fiesta en una casa al lado del río El Tigrillo en un lugar hermoso también. Gustavo y Sol son los copados padres que la organizaron. Estábamos comiendo y bebiendo lo mas contentos con artesanos de todos lados con sus hijos jugando de aquí para allá. No faltó ni la iguana curiosa que vino a ver de que se trataba.


La fiestita de Nehuén.


Iguana curioseando.

Un detalle loco es que Gustavo y Sol se decidieron a comprar una Kombi y a viajar hasta el sur argentino. Pronto irán a Perú a comprarla y a comenzar esta aventura. Hablando de Kombis, en la playa de Olón conocimos una pareja de españoles, Alberto e Itzia, que viajaban en “La Chancha”, una kombi amarilla que compraron en Chile y pensaban vender en Colombia luego de su travesía. Lo loco es que salieron sin hacerle absolutamente nada, solo le armaron una cama y a viajar. Sabemos que llegaron a Cartagena sin ningún problema. Capos!


Alberto e Itzia. La alegre tripulación de La Chancha.

Como estábamos terminando los últimos carteles y no aparecían nuevos para trabajar, le pusimos fecha a nuestra muchas veces pospuesta partida y se vinieron las despedidas en lo que fueron tres días maravillosos y llenos de emoción.
Unos días antes de partir empezaron a parar en lo de Rafa dos chicos que venían recorriendo América desde Buenos Aires en dos motos de 125 cc. Dos copados de aquellos con los que compartimos estos últimos días junto a unas tres chicas, también viajeras, de las cuales dos eran argentinas y una peruana. Nos hicimos amigotes y pasamos unos dias muy divertidos, cocinando tallarines en lo de Rafa, tomando mojitos y hasta bailando chacarera con una de las chicas. Todos saldrán mas adelante hacia Colombia, asi que esperamos volver a vernos.
También yo, Beto, tuve mi día de deporte extremo, y me fui con Pura Hoja que me invito a una clase de surf. Alquilé una tabla y seguí los pasos del maestro hasta la playa, donde estuve media hora aprendiendo de teoria en la arena, antes de atacar las olas con el empuje de un adolescente.
Lamentablemente de adolescente solo tenia el empuje, porque apenas si me pude recostar 3 veces en la tabla en los 40 minutos que aguanté braceando y tratando que la tabla no me diera en la cabeza. Igualmente salí con la frente alta y me paseé por todo el centro de Montañita con la tabla bajo el brazo, ante la sonrisa cómplice de los que me conocían y las mas absoluta indiferencia de los que no.


PuraHoja y sus perritas.

No faltarán mas clases en el futuro y ojala un día me pueda parar ya que debe ser realmente un flash.
El anteúltimo día lo pasamos en la casa de Zoe y Marlon en un hermoso lugar del campo a unos kms del mar.


Casa de Zoe y Marlon.

Ese mismo día nos íbamos a ir pero justo se dio que llegaba desde Lima en su escarabajo John, el presidente del club VW de Perú (CAVE), que tan bien nos había recibido en su tierra y que se había decidido a viajar al conocer a La Caracola y su aventura. Pasamos un corta pero muy linda tarde junto a este amigazo que nos dio el viaje y a su familia, recorriendo Montañita y charlando de todo, prometiéndonos volvernos a ver.


John y su Escarabajo. Desde Lima a Montañita.

Como no nos fuimos ese día hicimos otra despedida, esta si definitiva, en lo de Rafa y con los chicos motoqueros, las viajeras enamoradas de Lolo, el dueño de casa, Pura hoja y su mujer Alicia y Jeremías. Tomamos algunos tragos y nos abrazamos con todos hasta que las lágrimas ya no aguantaron mas y comenzaron a fuir sin contención. También fue hermoso y duro despedirse de Kimberley y Federica, que ahí nomás estaban trabajando.
Entre bocinas y saludos, lagrimas y sonrisas, partimos hacia Olón a pasar la noche para al otro día volver a recorrer los caminos en busca de nuevos lugares y nuevos amigos, además de mas trabajo para poder seguir moviéndonos.
Esa mañana nos despedimos de Dominga y Valerio y de Araceli y Goyo. Salimos a la ruta luego de un mes y medio maravilloso. También a veces duro, pero siempre con enseñanzas y gente increíble rodeándonos. Nunca olvidaremos ni a Montañita ni Olón.



Dominga y Valerio. Siempre les estaremos agradecidos.


Nuestra casa en Olón.

Frases y curiosidades:

Pura Hoja siempre me saludaba con un “habla Lolo”. ( Tanto él como Rafa y Guille se confundían y me decía Lolo ).
Mientras que en Perú a los amigos se les dice “pata”, aquí se les dice “pana” o “broder”
Palabras para decir todo bien: “chévere”, “bacán”.
Frutas ricas: chirimoya, huacamole, maracuyá.
Bocaditos ricos de plátano: chifle, patacones, bolones. ( Aprendimos a hacerlos todos! )